EL VASO FUTURO


Al referirse al cuerpo, el apóstol Pablo lo llama primero: «vaso de barro», luego: «hombre exterior» y, por último: «tabernáculo». Pablo usa su profesión como fabricante de tiendas para explicar lo que significa la descomposición y la temporalidad de este «tabernáculo» o «tienda».

En nuestro estado presente somos comparados a una tienda terrenal destructible. En nuestro estado futuro seremos un edificio indestructible hecho por Dios. Al igual que Pablo, nuestro anhelo es ser recubiertos de nuestra habitación celestial con el fin de que lo mortal sea absorbido por la vida. 


Nuestra esperanza de un cuerpo glorificado está garantizada porque Dios nos ha dado las arras, la garantía, el pago inicial, del Espíritu. ¡Por lo cual, no hay duda de que este vaso de barro será transformado en un glorioso edificio, para la gloria de Dios!


Aunque el término «vasos de barro» no suena atractivo para nadie —sobre todo en este tiempo, en el cual lo único que se promueve es la grandeza, los títulos y los nombres—, no debemos perder de vista que la razón por la cual Dios  pone ese tesoro en vasos de barro es para que «la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros». Cuando no tengamos interés en buscar la gloria personal, no se nos dificultará reconocer lo que en realidad somos: frágiles seres humanos a quienes Dios usa con su poder para que seamos sus representantes en esta tierra, que proclamemos este glorioso evangelio de paz y salvación.

Referencia Bíblica:
‭‭2 Corintios‬ ‭5:1-10‬ ‭DHH.

“Nosotros somos como una casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas. Por eso suspiramos mientras vivimos en esta casa actual, pues quisiéramos mudarnos ya a nuestra casa celestial; así, aunque seamos despojados de este vestido, no quedaremos desnudos. Mientras vivimos en esta tienda suspiramos afligidos, pues no quisiéramos ser despojados, sino más bien ser revestidos de tal modo que lo mortal quede absorbido por la nueva vida. Y Dios es quien nos ha impulsado a esto, pues nos ha dado el Espíritu Santo como garantía de lo que hemos de recibir. Por eso tenemos siempre confianza. Sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos como en el destierro, lejos del Señor. Ahora no podemos verlo, sino que vivimos sostenidos por la fe; pero tenemos confianza, y quisiéramos más bien desterrarnos de este cuerpo para ir a vivir con el Señor. Por eso procuramos agradar siempre al Señor, ya sea que sigamos viviendo aquí o que tengamos que irnos. Porque todos tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.”

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